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El Maná de la Torá por Dr Ketriel Blad


Yitró 17-2

Yitró

Éxodo 18:13-23

Además, escogerás de entre todo el pueblo hombres capaces, temerosos de Dios, hombres veraces que aborrezcan las ganancias deshonestas, y los pondrás sobre el pueblo como jefes de mil, de cien, de cincuenta y de diez.

(Éx. 18:21 LBLA)

¿Por qué se necesitan jueces?

El hombre tiene una inclinación buena y una mala dentro de sí. La inclinación mala es egoísta y sólo busca propios beneficios. Por causa de la inclinación mala surgen conflictos y guerras entre los hombres. Mientras haya una inclinación mala en el hombre habrán conflictos entre las personas.

Los que tienen más de un hijo pronto se dan cuenta que el hombre nace egoísta. Los padres tienen que actuar como jueces cada vez que sus hijos tengan algún conflicto entre ellos que no pueden resolver solos. En una familia es normal que los padres tengan que juzgar a sus hijos todos los días para poner orden, paz y justicia entre ellos. Es importante que los padres conozcan la Torá para poder aplicarla en la relación entre sus hijos. No se puede permitir el abuso, la violencia, el hurto, el lenguaje feo y demás comportamientos malignos en los niños. Los padres tienen la responsabilidad de corregir todo comportamiento que no esté de acuerdo con la Torá en sus hijos. Por eso no es bueno dejar a los hijos en manos de otros hasta que los niños hayan pasado varios años en un ambiente de casa donde la Torá rige y donde hay una atención personal para cada hijo mucho mejor que en una guardería.

El sistema de jueces es necesario en la familia y en la sociedad. Cuando hay conflictos entre las personas que ellas no pueden resolver solas hace falta un juez que dicte una sentencia justa. El juez está puesto sobre los ciudadanos en lugar del Todopoderoso. Lo que el juez dicte tiene que ser respetado como si hubiera venido directo del cielo. La única ocasión cuando no se puede obedecer la sentencia de un juez es cuando no sigue las normas de la Torá. Por eso es muy importante que un juez entienda su responsabilidad para juzgar según la justicia y no según sus propios criterios personales.

Cuando Moshé fue aconsejado por su suegro Yitró a constituir jueces sobre el pueblo, no era suficiente que los jueces fueran “capaces”, lo que implica tener cualidades de liderazgo y de administración, sino que fueran “temerosos del Todopoderoso”. La cualidad de temor del cielo es sumamente importante a la hora de juzgar. Un juez que no teme al cielo se vuelve corrupto y caprichoso. Además tenían que ser “hombres veraces”, aborrecedores de la mentira. La última cualidad de un juez es que tenga aborrecimiento a las ganancias deshonestas, a la corrupción.

Toda nación necesita este tipo de jueces para que haya justicia y paz en la sociedad.

Cuando el Mesías instruye a sus discípulos a no juzgar, lo hace desde el punto de vista de la relación personal. En nuestra relación con el prójimo no está permitido juzgar al otro, pero ese no es el caso de un tribunal. El contexto de Mateo 7 habla de juzgar sobre los errores que uno ve en el prójimo. Cuando uno señala los errores del prójimo normalmente es una evidencia de que uno mismo tenga esos defectos en mayor escala. El que se molesta por la mota en el ojo de su hermano es el que tiene una viga en su propio ojo.

En la relación personal hay que ser muy cuidadoso de no juzgar sobre lo que uno piensa que son los motivos del prójimo. Normalmente no se sabe la razón detrás de los comportamientos de los demás. Sólo HaShem conoce los motivos del corazón y allí no tenemos el derecho de juzgar ni en el nivel personal ni en un tribunal humano. Un tribunal humano sólo puede juzgar hechos concretos, no los motivos, ni las cosas ocultas.

Lo que el hombre hace en secreto será juzgado por el tribunal celestial que todo lo ve. Pero las cosas concretas pueden y deben ser juzgadas por un tribunal humano, siguiendo las normas establecidas por la Torá para ellas.

Que el Eterno levante jueces maduros entre nosotros que puedan juzgar correctamente y poner justicia y paz en el pueblo.

          Shalom uvrajá – paz y bendición,

          Ketriel