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El Maná de la Torá por Dr Ketriel Blad


BeMidbar 34-5

En el desierto de

Números 3:14-39

Los que habían de acampar delante del tabernáculo al oriente, delante de la tienda de reunión hacia la salida del sol, eran Moisés, Aarón y sus hijos, desempeñando los deberes del santuario para cumplir la obligación de los hijos de Israel; pero el extraño que se acercara, moriría.

 (Núm. 3:38 LBLA)

¿Es justo condenar a muerte al que se pasa?

La Torá expresa la justicia del Todopoderoso y por eso es completamente justa, como está escrito: “los juicios del SEÑOR son verdaderos, todos ellos justos… Con rectitud de corazón te daré gracias, al aprender tus justos juicios… A medianoche me levantaré para darte gracias por tus justas ordenanzas… Yo sé, SEÑOR, que tus juicios son justos, y que en tu fidelidad me has afligido… He jurado, y lo confirmaré, que guardaré tus justas ordenanzas… Tus testimonios son justos para siempre… La suma de tu palabra es verdad, y cada una de tus justas ordenanzas es eterna… Siete veces al día te alabo, a causa de tus justas ordenanzas.” (Sal. 19:9b; 119:7, 62, 75, 106, 144a, 160, 164 LBLA)

El texto de hoy y otros similares dicen que si uno que no es de la tribu de Leví se acerca al tabernáculo para hacer el servicio que sólo les corresponde a los levitas morirá. Sin embargo, en toda transgresión relacionada con el santuario y las ofrendas la Torá no prescribe que la pena de muerte debe ser impuesta por un tribunal humano, sino por el tribunal celestial, como en el caso de los dos hijos de Aharón que murieron delante del Eterno.

La sociedad moderna entrena a los ciudadanos a no respetar los límites entre lo permitido y lo prohibido. Por eso leer este tipo de mandamientos es chocante para una mente que no ha sido renovada por la Torá. Una mente no educada en lo espiritual dice: “No puede ser tan grave traspasar una sola prescripción. No pasa nada.” Y cuando luego le vienen las consecuencias graves de su transgresión protesta y considera que ha sido tratado injustamente y ha recibido una condena demasiado severa. Es porque no entiende que los límites que la Torá ha marcado son para no pasarlos.

El rey Uzías entró en el templo para quemar incienso en el lugar santo. Cuando los sacerdotes entraron para reprenderle se llenó de ira. Pero en ese momento el Eterno le golpeó con tsaráat en la cara y fue inmediatamente expulsado del santuario. Luego murió en esa plaga. (2 Cron. 26:16-21)

No se puede jugar con lo prohibido. Hay graves consecuencias por pasarse y el Eterno es justo cuando deja caer la pena de muerte sobre el que no obedece.

Que el Eterno restaure en nuestras mentes y en nuestros corazones el respeto a los límites entre lo permitido y lo prohibido.

Ketriel