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El Maná de la Torá por Dr Ketriel Blad


BeHaalotjá 36-7

Cuando hagas subir

Números 11:30 – 12:16

Y el pueblo estuvo levantado todo el día, toda la noche, y todo el día siguiente, y recogieron las codornices (el que recogió menos, recogió diez homeres), y las tendieron para sí por todos los alrededores del campamento. Pero mientras la carne estaba aún entre sus dientes, antes que la masticaran, la ira del SEÑOR se encendió contra el pueblo, y el SEÑOR hirió al pueblo con una plaga muy mala.

(Núm. 11:32-33 LBLA)

¿Por qué la ira del Eterno se encendió contra el pueblo?

El populacho que había salido con los hijos de Israel tenían un deseo insaciable de carne, pescado, frutas y verduras. Despreciaron el maná que el Eterno estaba dando bondadosamente todos los días. Esta actitud contagió a los hijos de Israel y lloraron diciendo: “¿Quién nos dará carne para comer?” (11:4) El Eterno, que es bueno, mostró su poder enviando codornices para que tuvieran carne durante un mes entero.

Pero la ira del Eterno se encendió contra el pueblo y muchos murieron por ello. La razón fue porque habían rechazado al Eterno con su actitud (11:20). Todo el trato que el Eterno dio a su pueblo en el desierto era con el fin de moldear su carácter y crear un pueblo santo semejante al Mesías. Parte de este trato era la comida. El maná fue dado para afinar su carácter. El Eterno quería enseñarles a estar agradecidos por ese tremendo milagro que les daba de comer todos los días. El que da gracias antes y después de comer protege su alma de esta mala actitud.

El Eterno podía haberles dado carne, pescado, frutas y verduras todos los días en el desierto, pero no lo hizo, con el fin de preparar su carácter para la conquista de la tierra prometida. El que no sabe vencer sobre sus malos deseos no puede conquistar las promesas mayores. El que no sabe dominar sus instintos biológicos no puede ser parte de un ejército santo. El que sabe dominar su mente es más fuerte que uno que conquista una ciudad.

Todo esto quería enseñar el Eterno a su pueblo en el desierto, y por eso les hizo pasar lo que pasaban. Pero en lugar de confiar en Su bondad y creer en Sus promesas, se dejaron dominar por sus instintos bestiales y así rechazaron el trato divino en sus vidas. Esas personas nunca llegaron a la meta.

Querido discípulo del Mesías, el Eterno es el Señor de las circunstancias de tu vida. Si él permite que pases por dificultades y angustias, lo hace con el propósito de purificarte de tu pecado. Cuídate de no dejar lugar a los deseos bestiales de tu carne. Deja que él te purifique de todo eso. Sé agradecido por lo poco o mucho que tienes, y el Eterno te confiará mucho más.

Bendiciones,

Ketriel