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El Maná de la Torá por Dr Ketriel Blad


Jukat 39-2

El estatuto de

Números 19:18 – 20:6

Los hijos de Israel, toda la congregación, llegaron al desierto de Zin en el mes primero; y el pueblo se quedó en Cades. Allí murió Miriam y allí la sepultaron. Y no había agua para la congregación; y se juntaron contra Moisés y Aarón. El pueblo contendió con Moisés y le habló, diciendo: ¡Ojalá hubiéramos perecido cuando nuestros hermanos murieron delante del SEÑOR! ¿Por qué, pues, has traído al pueblo del SEÑOR a este desierto, para que nosotros y nuestros animales muramos aquí? ¿Y por qué nos hiciste subir de Egipto, para traernos a este miserable lugar? No es lugar de sementeras, ni de higueras, ni de viñas, ni de granados, ni aun hay agua para beber.

 (Núm. 20:1-5 LBLA)

¿Qué haces cuando no tienes agua?

Cuando Miryam murió la fuente de agua que había estado con los hijos de Israel tanto tiempo cesó. Sin embargo, no está escrito que el pueblo tenía sed, como en la ocasión anterior cuando no tenían agua (17:3). En Isaías 48:21 está escrito: “No padecieron sed cuando El los condujo por los desiertos; hizo que brotara agua de la roca para ellos, partió la peña, y las aguas corrieron.” (LBLA)

Así que no padecieron sed, pero al darse cuenta de que no había agua, antes de que empezaran a tener sed, se juntaron contra Moshé y Aharón. El texto hebreo vuelve a decir que se juntaron sobre Moshé y Aharón. En sus corazones se subieron por encima de sus autoridades cuestionando su legitimidad y comportamiento. En lugar de ver al Invisible que los había sacado de Egipto, contendieron contra el líder visible que había sido el instrumento del Invisible para actuar en este mundo visible.

Estos rebeldes no podían ver la realidad del mundo espiritual, sólo se fijaban en lo que estaba delante de sus ojos. No habían comprendido que sin el Eterno Moshé no podía hacer nada de lo que hizo. Ninguno de los grandes milagros venían de Moshé, venían del Invisible. Culpaban al visible por lo que había hecho el Invisible y se subieron por encima de él hablando palabras de muerte.

No querían entender que el Invisible era bueno porque sólo miraban hacia abajo, fijándose en las piedras, los escorpiones, las serpientes, el polvo y la falta de vegetación. No daban gracias por el maná diario, por el agua que habían recibido todo el tiempo hasta ahora de manera milagrosa, por la nube que los daba sombra durante el día y calor durante la noche, por el ángel que iba delante de ellos para guiarlos en el camino, por haber sido escogidos como un pueblo santo, por la Torá escrita y la torá oral que les estaban dando vida, por Moshé que era fiel en todo, por Aharón que expiaba por sus pecados, por el amor y el cuidado que recibían en todo momento de su Padre celestial. No vieron nada de eso, sólo lo negativo. Y ahora no tenían agua. No podían creer que el Invisible pudiera hacer otro milagro para suplir sus necesidades. Se encerraron en su negativismo y culparon al visible por no haber cumplido sus promesas.

Una persona con esa actitud no es capaz de conquistar una tierra de gigantes. El que no puede ver más allá del horizonte no llegará a la meta. El que se sube por encima de sus autoridades criticándoles por lo que considera errores, no es capaz de heredar las promesas.

El Invisible los había llevado a esa situación. Él tenía un plan al dejar que el agua de la fuente cesara. Quería enseñar al pueblo lo que es caminar por fe y fijarse en las cosas que no se ven en lugar de las cosas que se ven. Quería enseñarles a pedir milagros cuando hacen falta. Pero el pueblo no quiso aprender sino se reveló contra el visible. Tristemente ese pueblo murió en el desierto y nunca llegó a la meta.

Querido escogido de entre las naciones, no te desesperes cuando no veas agua. Cuando la fuente de tu bendición está agotada no es el momento de rebelarse contra los líderes culpándoles de no haberte llevado por el camino correcto. Es el momento de levantar los ojos al Invisible y creer que Él es bueno y que es poderoso para hacer todo lo que ha prometido.

Los que son capaces de mirar más allá de las estrellas y creer que el Invisible puede y quiere y va a hacer lo imposible, ellos son los verdaderos hijos de Avraham y ellos serán contados como su descendencia eterna.

Que el Eterno, que es bueno, nos ayude a no quedarnos bloqueados por lo que está delante de nuestros pies y por lo que no hay sino creer en lo que desciende de lo Alto para que todos podamos llegar a la meta con almas llenas de fe y confianza.

Kol tuv,

Ketriel