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Reé 47-2 Observa Deuteronomio 12:11 – 12:28 entonces sucederá que al lugar que el SEÑOR vuestro Dios escoja para morada de su nombre, allí traeréis todo lo que yo os mando: vuestros holocaustos y vuestros sacrificios, vuestros diezmos y la ofrenda alzada de vuestra mano, y todo lo más selecto de vuestras ofrendas votivas que habéis prometido al SEÑOR. Y os alegraréis en presencia del SEÑOR vuestro Dios, vosotros, vuestros hijos y vuestras hijas, vuestros siervos y vuestras siervas, y el levita que vive dentro de vuestras puertas, ya que no tiene parte ni heredad entre vosotros. (Deut.12:11-12 LBLA) ¿Puede un sacrificio producir alegría? El Eterno desea que su pueblo aprenda a subir al templo para presentarse ante él y entregarle ofrendas y diezmos. El desea que el lugar de su presencia sea un lugar de alegría y disfrute. Por eso no solamente hay ofrendas y diezmos que se dan enteramente al servicio del Eterno, sino también en parte para que se pueda comer el resto y alegrarse con la familia en la mesa ante Eterno. El que no puede gozarse en los diezmos y las ofrendas necesita revisar su corazón y entregarlo al Eterno y dejar de vivir para sí y dejar de temer y dejar de dudar de la provisión divina. El que vive para sí no puede sentir la verdadera felicidad de dar. Hay los que dan para recibir, pensando que el que siembra recibe cosecha. Pero aunque sea cierto que el que siembre recoja una cosecha si lo hace bien, esa actitud no es la mejor en cuanto a la entrega al Eterno. No damos para recibir, damos porque queremos obedecer y expresar nuestro amor dando. Sin embargo, si creemos en las promesas de que el Eterno no nos va a abandonar si damos de lo que tenemos y va a bendecir lo que queda después de dar los diezmos, entonces podemos confiar tranquilamente en la provisión divina para nuestra economía. Pero no damos para recibir, eso es muy infantil. “Hay más dicha en dar que en recibir.” (Hech. 20:35 NIV) Bendiciones, Ketriel |