Esto nos enseña que el arrepentimiento del faraón sólo era ficticio. Sólo se arrepintió en la superficie de su alma para obtener beneficios propios y ser liberado de la plaga. Pero cuando la plaga desapareció, su corazón seguía siendo igual. Su arrepentimiento no había salido de su corazón, sino de su alma. No era profundo. No había cambiado la actitud en lo más íntimo.
Hay muchas personas que vienen al Eterno cuando las cosas van mal para pedir ayuda. Saben que su estilo de vida no está de acuerdo con su Creador y por eso sienten la necesidad de confesar sus pecados y pedir perdón. Pero su solicitud de perdón es sólo condicional. Lo hacen con el fin de quedar bien esa vez con el Eterno para obtener una ayuda momentánea, no para cambiar su vida por completo y dejar de hacer lo que les interesa a ellos mismos. Su corazón no está entregado al Eterno. Sólo le buscan por interés. Cuando luego el Eterno les ayuda se apartan, porque su corazón nunca fue cambiado. No hubo arrepentimiento de verdad, sólo ficticio.
El Eterno no es un fontanero que se llama cuando hay inundación en la casa. Es un Padre y un Jefe que hay que obedecer en todo y no sólo cuando las cosas van mal.
Deja de vivir para ti mismo. Deja de decidir cuándo vas a hacer caso al Eterno. Humilla tu corazón para estar a cuentas con él cuando las cosas van mal y cuando todo va bien. ¡Arrepiéntete de verdad!
Que el Eterno te dé revelación para entender este mensaje.
En el Mesías Yeshúa,
Ketriel