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Trumá 19-2 Ofrenda Éxodo 25:17-30 (Sefardíes); 25:17-40 (Ashkenazies) Y los querubines tendrán extendidas las alas hacia arriba, cubriendo el propiciatorio con sus alas, uno frente al otro; los rostros de los querubines estarán vueltos hacia el propiciatorio… Allí me encontraré contigo, y de sobre el propiciatorio, de entre los dos querubines que están sobre el arca del testimonio, te hablaré acerca de todo lo que he de darte por mandamiento para los hijos de Israel. (Éx. 25:20,22 LBLA) ¿Dónde está el lugar de encuentro con el Eterno? Moshé tuvo una revelación de cómo es el templo celestial. HaShem le mostró todos los detalles y le ordenó hacer copias de las cosas celestiales en la tierra. El Eterno quiso que el santuario terrenal fuera una imagen del celestial. El tabernáculo celestial es completo pero el de la tierra no era completo. El Eterno ordena utilizar medios codos como medida en el tabernáculo terrenal. Esto nos enseña que el tabernáculo terrenal es una copia más pequeña del celestial donde no deben haber codos partidos. Los querubines que hay en el cielo están vivos. Los que Moshé hizo eran de oro. Sin embargo, la ilustración de los querubines terrenales puede enseñarnos una verdad muy importante en cuanto al lugar de encuentro con el Eterno. En primer lugar los querubines tenían que tener sus alas extendidas y sus rostros vueltos hacia el propiciatorio que estaba entre ellos. De esa manera mostraban que su atención no estaba hacia fuera, sino hacia el lugar donde se revelaba el Eterno, en la cavidad entre ellos dos sobre la tapadera del arca. HaShem escogió ese lugar como su trono. La postura de los querubines es de adoración, con las alas levantadas y los rostros inclinados. Esto nos enseña que donde el Eterno se revela hay adoración, y donde hay adoración verdadera él se revela. Los querubines no tenían sus rostros hacia fuera mirando hacia delante. De ese modo el hombre no podía ser impulsado a adorarlos. Como ellos mismos están adorando, no podrían recibir la adoración. Uno no adora al que adora. Uno adora al que es adorado por los adoradores. En segundo lugar vemos que no había sólo un querubín sino dos, que tenían sus rostros vueltos el uno hacia el otro. Esto nos enseña que en la presencia del Eterno hay una relación íntima entre los adoradores. En su presencia no puede haber disensiones y riñas. Donde hay divisiones y falta de afecto el Eterno no puede manifestarse. Así que el lugar donde el Eterno pone su trono tiene que ser libre de rivalidades, críticas, envidias, malas lenguas, egoísmo y irritaciones. Si un adorador no puede ser adorado y si Yeshúa es el adorador más grande que hay entre los hombres, ¿cómo se nos ocurre adorarle? No está permitido adorar a un adorador sino sólo al que es el objeto de la adoración de los adoradores verdaderos. Limpiémonos también de toda falta de amor y pidamos al Eterno que nos una para que él pueda encontrarse con nosotros y gobernar sobre nosotros y manifestar su presencia gloriosa entre nosotros. Que todos podamos llegar a la intimidad con nuestro Padre celestial Ketriel |