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El Maná de la Torá por Dr Ketriel Blad


Sheminí 26-5

Octavo

Levítico 10:16-20

¿Por qué no comisteis la ofrenda por el pecado en el lugar santo? Porque es santísima y os ha sido dada para quitar la culpa de la congregación, para hacer expiación por ellos delante del SEÑOR.

(Lev. 10:17 LBLA)

¿El pecado puede ser comido?

Los sacerdotes fueron instalados para ayudar al pueblo a vivir en una relación íntima con el Eterno. Muchas veces la gente se equivocaba y entraba en el santuario con impureza lo cual generaba una culpa en el pueblo. Esa culpa tenía que ser eliminada para que el pueblo pudiera seguir gozando de la presencia del Eterno sin ser expuestos al peligro de su ira sobre el pecado.

Para eliminar esa culpa tenían que quemar sobre el altar parte de los animales destinados para este fin y luego comer el resto. Así que por un lado el altar consumía parte del pecado que había sido transmitido al animal que cargó con el pecado del pueblo, y por otro lado los sacerdotes consumieron el resto del animal y el pecado que estaba en él. Por estas dos formas de consumir el animal, el pecado fue levantado del pueblo y así fueron expiados delante del Eterno.

En la Torá esta ofrenda no se llama “ofrenda por el pecado” sino simplemente “pecado” jatatחטאת. Con otras palabras, en este versículo está escrito que los sacerdotes tenían que comer el pecado. Como el pecado del pueblo había sido transmitido al animal por la imposición de las manos, el pecado estaba dentro del sacrificio y por eso el mismo sacrificio es llamado “pecado”. Así que cuando los sacerdotes comieron el sacrificio el pecado entró en ellos, y de esa manera el pecado fue descompuesto dentro de sus intestinos de manera natural y luego eliminado.

Esto nos enseña que un sacerdote puede introducir en su cuerpo el pecado del pueblo en forma de carne. Esto nos lleva a pensar en el Mesías que tomó el pecado del pueblo de Israel y el mundo en su cuerpo para que el Eterno pudiera perdonarnos todos los pecados y limpiarnos para poder ser moradas santas para el Eterno y también entrar en el tabernáculo celestial sin peligro.

“Él mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia. ¡Por su herida habéis sido sanados!” (1 Ped. 2:24 RV1995)

“Cantaban con todas sus fuerzas: «¡Digno es el Cordero, que ha sido sacrificado, de recibir el poder, la riqueza y la sabiduría, la fortaleza y la honra, la gloria y la alabanza!»” (Rev. 5:12 NVI)

¡Bendito sea el Eterno por habernos dado a Yeshúa como el sacerdote Celestial que llevó nuestros pecados en su cuerpo y los eliminó! Y ¡bendito sea Yeshúa por ser fiel como sacerdote haciéndose responsable y quitando nuestros pecados para darnos una esperanza eterna! Y ¡benditos los que creen en el sacrificio del Mesías!

Ketriel