¿Dónde está la solución del problema?
Avraham se había divorciado de Hagar y la había enviado con provisión para el viaje junto con su hijo Yishmael, ya adolecente. Tuvieron problemas en el desierto por no encontrar agua. Yishmael estaba a punto de morir porque no se encontraba bien. Hagar se alejó de él porque no quiso ver morir a su hijo. Los dos lloraron, pero el Eterno sólo escuchó la voz del muchacho y envió un mensaje a Hagar por medio de un ángel. El ángel no le dijo dónde había agua, sino que tenía que ayudar a su hijo porque él iba a ser una gran nación. En ese momento el Todopoderoso abrió los ojos de Hagar para que viera un pozo de agua y así pudieron sobrevivir la crisis mortal.
Podemos aprender varias cosas de esta narración de la Torá. Primero, Avraham despidió a Hagar y a su hijo Yishmael a pesar de que le dolía. Lo hizo porque el Eterno le había ordenado hacerlo. Hay que obedecer al Eterno a pesar de que sea doloroso. El camino de la obediencia no es el camino más fácil. La mayoría de las veces nos cuesta y en muchas ocasiones hay que suprimir las emociones personales. Si el Eterno lo ha ordenado, es lo mejor, y simplemente hay que obedecer.
Lo segundo que podemos aprender es que Hagar no era una madre buena al dejar a su hijo morir sólo. Ella estaba más interesada en sus propios sufrimientos que en los del joven. No quería ver morir a su hijo. En el caso de que él hubiera muerto necesitaría a su madre más que nunca en los últimos momentos de su vida.
También aprendemos que Hagar no había puesto las palabras de la promesa sobre Yishmael sobre su corazón. Ella tenía que saber lo que el Eterno había dicho sobre el futuro de su hijo (17:20), pero cuando vino la crisis no le importaba la promesa. En lugar de confiar en el Eterno que había dado la promesa, actuaba y hablaba en dirección contraria pensando que su hijo iba a morir. Esa fue una de las razones por las que el Eterno no escuchó su llanto, sino sólo el del joven.
Cuando el ángel le habló a Hagar no le dio la solución del problema, sino trató con algo más importante, la razón por la que ella no había podido conseguir ayuda. Su manera de tratar a su hijo impedía la intervención del Eterno en su vida. Su incredulidad y rechazo de la promesa divina obstaculizaba la mano del Eterno en la crisis. Cuando ella hizo caso a lo que le dijo el ángel, de atender a su hijo y fijarse en la promesa divina para su futuro, entonces ella estaba en condiciones para recibir ayuda. En ese momento el Eterno abrió sus ojos para que viera que justamente en el lugar donde estaban, había un pozo.
¿Dónde se encontraba la solución del problema? En este texto aprendemos que:
- En el Eterno siempre están las soluciones para cualquier problema.
- Si no tratamos bien a los que nos rodean, el Eterno no puede enviar la ayuda.
- Si no hacemos caso a lo que nos ha dicho, Él no puede ayudarnos.
- Cuando nos arrepentimos de nuestra falta de amor al prójimo y hacemos caso a las palabras divinas, estaremos en condiciones para poder encontrar la solución del problema.
- La ayuda no está muy lejos, está muy cerca del lugar donde estamos, sólo necesitamos sentidos abiertos para poder percibir lo que está a nuestro alcance.
Clama al cielo cuando estás en una crisis. Mira bien que no hayas maltratado a tu prójimo. Confía en lo que el Eterno te haya dicho y obedece lo que te dice ahora. Abre tus ojos y mira a tu alrededor. La ayuda está a tu alcance. Actúa y suple las necesidades de los que están a tu cuidado y el Eterno estará contigo.
Que el Eterno nos haga sensibles para poder percibir los impulsos suyos y actuar según ellos y no según nuestros propios corazones,
Ketriel