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El Maná de la Torá por Dr Ketriel Blad


Ekev 46-1

Consecuencia

Deuteronomio 7:12 – 8:11

Todos los mandamientos que yo os ordeno hoy, tendréis cuidado de ponerlos por obra, a fin de que viváis y os multipliquéis, y entréis y toméis posesión de la tierra que el SEÑOR juró dar a vuestros padres… el hombre no sólo vive de pan, sino que vive de todo lo que procede de la boca del SEÑOR. 

(Deut. 8:1, 3b LBLA)

¿Hay vida en los mandamientos?

En varias ocasiones aparece la expresión “hoy” – en hebreo hayom, היום – en relación con el cumplimiento de los mandamientos. Los mandamientos han sido dados para ser cumplidos hoy y mañana pero no ayer porque no podemos cambiar el pasado, sólo el presente y el futuro.

Este texto dice que hay vida como consecuencia del cumplimiento de los mandamientos. De esto aprendemos que el que quebranta los mandamientos está en el camino de muerte y el que los cumple está en el camino de vida. Al que quebranta los mandamientos le espera la muerte dos veces, en esta vida y después de la resurrección, y al que cumple los mandamientos le espera la vida dos veces, en esta vida y después de la resurrección.

Ningún hombre, excepto uno, ha sido capaz de cumplir todos los mandamientos que le corresponden sin fallar. Por eso el Eterno ha provisto con su misericordia y el perdón de pecados para el que se arrepiente de su desobediencia. El que acepta todos los mandamientos que le corresponden y se esfuerza para obedecerlos tendrá, por regla general, una vida bendecida y más larga que si no lo hubiera hecho. Cuando falla se arrepiente y pide perdón y el Eterno es misericordioso y perdona. Él ha provisto con todos los medios necesarios para suplir con perón al hombre que se arrepiente. De esta manera hay vida en la obediencia de los mandamientos.

Uno de los mandamientos más importantes es creer y confiar en el Eterno y el que cumple con ese mandamiento recibirá vida, no solamente en este siglo sino también en el venidero. El que cree en el perdón y la bondad del Eterno cumpliendo así uno de los mandamientos más importantes, obtendrá el perdón y la vida eterna.

Hay una enseñanza engañosa que dice que los mandamientos del Eterno no pueden dar vida eterna. Es cierto que una persona que por medio de sus esfuerzos legalistas de cumplimiento de los mandamientos no puede ganarse los méritos suficientes para obtener el perdón y la vida eterna como una recompensa por sus esfuerzos. Es cierto que la vida eterna es un regalo, pero también es cierto que nadie puede llegar a la vida eterna si no está dispuesto a obedecer al Eterno. No es lo mismo desobedecer voluntariamente que caer por error o debilidad. No es lo mismo pecar por yerro que pecar por causa de no querer obedecer. El que no toma el yugo de los mandamientos sobre sus hombros nunca podrá recibir la vida eterna.

El judío tendrá que tomar el yugo de los mandamientos dados en Sinai sobre sus hombros para obtener la vida eterna, y el ben Noaj (hijo de Noaj), tendrá que aceptar sobresus hombros los siete mandamientos. El que vive desobedeciendo los mandamientos sin arrepentirse y sin querer obedecerlos nunca podrá obtener vida eterna. No es lo mismo fallar que practicar la desobediencia a los mandamientos. El que falla quiere obedecer, en su corazón está la disposición de cumplir. Pero el que practica la desobediencia no quiere cumplir ciertos mandamientos que el Eterno le ha mandado. Hay una diferencia muy grande entre el uno y el otro.

El ladrón que estaba colgado en el mismo árbol que Yeshúa estaba muriendo, le pidió al Maestro acordarse de él cuando viniera en su reino. Él murió por sus pecados como malhechor y lo reconoció. Al mismo tiempo le pidió al Redentor enviado por el Eterno que le tomase en cuenta en la resurrección de los muertos. Esto muestra que él se arrepentía de sus pecados y reconocía que Yeshúa no había hecho ningún pecado digno de muerte y que iba a ser levantado en alto después de su resurrección. El creía que Yeshúa iba a poder ayudarle a él en la resurrección a pesar de sus pecados. Por ese arrepentimiento, esa confianza y esa confesión fue salvo y Yeshúa pronunciaba una orden por la autoridad delegada que había recibido del Eterno: “De cierto, de cierto te digo hoy: Estarás conmigo en el paraíso.” Yeshúa, que era la Torá hecha carne, hablaba como la Torá, diciendo “Yo te ordeno hoy” (Deut. 8:1) mostrando así que lo que dijo era para hoy eternamente.

Ciertamente hay vida en los mandamientos porque el hombre vive de toda palabra que sale de la boca del Eterno.

Shavua tov,

Ketriel