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Shoftim 48-3 Jueces Deuteronomio 18:1-5 Los sacerdotes levitas, toda la tribu de Leví, no tendrán porción ni heredad con el resto de Israel; comerán de las ofrendas encendidas al SEÑOR y de su porción. Y no tendrán heredad entre sus hermanos; el SEÑOR es su heredad, como les ha prometido… Le darás las primicias de tu grano, de tu mosto, de tu aceite y del primer esquileo de tus ovejas. (Deut. 18:1-2, 4 LBLA) ¿Puede las consecuencias de una maldición convertirse en algo bueno? La ira de Shimón y Leví fue maldecida por su padre Yaakov (Gén. 49:7) y como consecuencia de lo que los dos hermanos habían hecho con Shejem (Gén. 34) no recibieron ninguna heredad particular en la tierra cuando fue repartida en los tiempos de Yehoshua (Josué). Shimón recibió su heredad dentro de la del territorio de Yehudá y Leví recibió ciudades entre todas las demás tribus. Sin embargo, la tribu de Leví se apegó de una manera especial al Eterno, tal como muestra el significado de su nombre – לוי, apegar (Gén. 29:34). Cuando los demás pecaron con el becerro de oro la tribu de Leví fue el único que respondió al llamado de Moshé cuando dijo: “El que esté por el SEÑOR, venga a mí.” (Éx. 32:26 LBLA) Por haber sido fiel al Eterno en el momento más crítico, la tribu de Leví recibió el sacerdocio en lugar de los primogénitos. Esa bendición les dio el derecho de recibir los diezmos y las ofrendas del pueblo. Todo lo primero y lo más selecto de los productos agrícolas fueron dados a los hijos de Leví. De esa manera los levitas que estaban repartidos por todo el territorio de Israel no sólo vivían de lo que producían las tierras que estaban alrededor de sus ciudades, sino también lo mejor de cada cosecha de las demás tribus. Pero esta no fue la bendición más grande que tuvieron los levitas, sino el derecho de servir al Eterno de una manera especial en el Templo del Eterno. Fueron elegidos para estar cerca del Eterno y servirle. ¡Qué gran privilegio! Lo más grande que un hombre puede experimentar en la vida es poder estar cerca del Eterno. Así que si hay experiencias de tu pasado que hayan producido maldición sobre tu vida y ahora sufres las consecuencias de ellas, no te lamentes. El Eterno es grande para transformar las consecuencias de esa maldición en algo positivo. La clave para poder experimentar ese cambio es apegarse al Eterno en los momentos de crisis y en los momentos de prosperidad. De esa manera él usará lo que al principio fueron las consecuencias de la maldición como una fuente de bendición. ¡Bendito sea el Eterno por su gracia! Ketriel |