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El Maná de la Torá por Dr Ketriel Blad


Shoftim 48-4

Jueces

Deuteronomio 18:6-13

Y si un levita sale de alguna de tus ciudades, de cualquier parte de Israel en que resida, y llega con todo el deseo de su alma al lugar que el SEÑOR escoja, él ministrará en el nombre del SEÑOR su Dios, como todos sus hermanos levitas que están allí delante del SEÑOR. 

(Deut. 18:6-7 LBLA)

¿Cuál es el deseo de nuestras almas?

Los sacerdotes levitas no estaban sirviendo al Eterno durante todo el año. Tenían 24 turnos por los cuales cada uno servía durante dos o tres semanas al año.

Sin embargo, este texto nos enseña que cualquier sacerdote podía venir en cualquier momento al lugar escogido para oficiar en el santuario y ofrecer sus propias ofrendas aunque no era su turno. También nos enseña que un sacerdote levita podía venir a las fiestas y ofrecer las ofrendas adicionales de las fiestas aunque no era su turno.

Además el texto nos enseña que lo que impulsa a un sacerdote levita al servicio sagrado es un deseo profundo de su alma. De esa manera lo que le mueve a servir no es la obligación sino su propio anhelo.

El que sirve por obligación está en un nivel bajo, el que sirve por deseo ha llegado a la madurez de su alma. Hay momentos cuando nuestras almas experimentan el servicio al Eterno como algo fastidioso. Es por causa del yetser hará, la mala inclinación, que no le gusta servir al Eterno. A veces también puede haber cansancio en el cuerpo o en el alma que nos hace difícil servir al Eterno con alegría.

Sin embargo, cuanto más crezca el hombre interior, el hombre espiritual, el yetser hatov, la buena inclinación, el espíritu de nuestra alma superior, aprenderemos a suprimir los sentimientos de fastidio del pecado que está en nuestro cuerpo y alma inferior. La solución contra el fastidio en la relación con el Eterno es buscar la intimidad y lo espiritual y dejarse llenar con el Espíritu del Eterno. El Espíritu del Eterno nos ayuda en nuestra debilidad cuando nos abrimos a él. Al nutrir el espíritu del alma superior con el alimento de la Torá se produce más deseo de estar cerca del Eterno y servirle con alegría.

El que no conoce cómo es estar en la presencia del Eterno y experimentar su Espíritu nunca podrá servirle con toda la alegría y deseo de su alma.

Servid al SEÑOR con alegría; venid ante El con cánticos de júbilo…. Como el ciervo anhela las corrientes de agua, así suspira por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios viviente; ¿cuándo vendré y me presentaré delante de Dios?... Anhela mi alma, y aun desea con ansias los atrios del SEÑOR; mi corazón y mi carne cantan con gozo al Dios vivo.” (Sal. 100:2; 42:1-2; 84:2 LBLA)

“En la noche te desea mi alma, en verdad mi espíritu dentro de mí te busca con diligencia” (Isa. 26:9a LBLA)

La misma palabra que la Torá utiliza para expresar el deseo del alma del sacerdote levita para venir al lugar de encuentro entre el cielo y la tierra, es la que aparece en el Salmo 132:13-14 donde habla del deseo que el Eterno tiene de Yerushalayim, su lugar preferido, como está escrito: “Porque el SEÑOR ha escogido a Sion; la quiso para su habitación. Este es mi lugar de reposo para siempre; aquí habitaré, porque la he deseado.” (LBLA)

Esto nos enseña que no solamente nosotros podemos experimentar ese deseo profundo de nuestras almas de una relación íntima espiritual con el Elokim vivo, sino que también Él desea estar cerca de nosotros, como también está escrito en Cantar de los Cantares 2:14: “Paloma mía, en las grietas de la peña, en lo secreto de la senda escarpada, déjame ver tu semblante, déjame oír tu voz; porque tu voz es dulce, y precioso tu semblante.” (LBLA)

Él nos desea más que nosotros le deseamos a él.

¡Qué maravilloso es nuestro Padre celestial! ¡Bendito sea él por desearnos tanto!

Ketriel