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El Maná de la Torá por Dr Ketriel Blad


Jayei Sará 5-1

Las vidas de Sará

Génesis 23:1-16

 

Y murió Sara en Quiriat-arba, que es Hebrón, en la tierra de Canaán; y Abraham fue a hacer duelo por Sara y a llorar por ella.

(Gén. 23:2 LBLA)

¿Cómo lloró Avraham por Sará?

Nuestra madre Sará murió de sorpresa en Jevrón. El gozo que Avraham avinu tuvo sobre la victoria en la décima prueba y la bendición que conllevaba, fue cambiado en llanto. Avraham fue a hacer duelo y a llorar por ella.

Sin embargo, la Torá escrita esconde un secreto en cuanto al lloro de nuestro padre. En la palabra livkotah לבכותה que se ha traducido como “a llorar por ella” en el texto masorético se encuentra la letra jaf כ más pequeña que el resto de las letras. En total hay ocho – o posiblemente nueve – letras pequeñas en el Jumash – Pentateuco – y esta es la segunda ocasión en las que aparece este fenómeno. Si partimos de la base de que no es debido a ningún error de los copistas desde que Moshé escribió la Torá, tenemos que preguntarnos a qué se debe esto. ¿Por qué la letra jaf כ es más pequeña en esta palabra? Obviamente el Eterno quiere enseñarnos algo importante porque ni la letra más pequeña de la Torá desaparecerá hasta que todo se cumpla (Mat. 5:18). Normalmente se entiende la existencia de esta letra más pequeña como que el lloro de Avraham fue más pequeño que lo normal. La Torá tampoco muestra que la muerte de Sará impactó a Avraham demasiado. ¿Por qué?

Una de las razones por las que Avraham no lloraba demasiado fue porque sabía que iba a volver a encontrarse con Sará en el día de la resurrección de los muertos. Esto concuerda bien con las palabras de Shaúl en 1 Tesalonicenses 4:13-18 donde está escrito: “Pero no queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como lo hacen los demás que no tienen esperanza. Porque si creemos que Yeshúa murió y resucitó, así también Dios traerá con El a los que durmieron en Yeshúa. Por lo cual os decimos esto por la palabra del Señor: que nosotros los que estemos vivos y que permanezcamos hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. Pues el Señor mismo descenderá del cielo con voz de mando, con voz de arcángel y con la trompeta de Dios, y los muertos en Mesías se levantarán primero. Entonces nosotros, los que estemos vivos y que permanezcamos, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes al encuentro del Señor en el aire, y así estaremos con el Señor siempre. Por tanto, confortaos unos a otros con estas palabras.” (LBLA revisado)

Avraham esperaba que viniera la ciudad celestial a la tierra de Kenáan donde actualmente residía como extranjero, como también está escrito en Hebreos 11:13-16: “Todos éstos murieron en fe, sin haber recibido las promesas, pero habiéndolas visto y aceptado con gusto desde lejos, confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra (entiéndase la tierra de Kenáan). Porque los que dicen tales cosas, claramente dan a entender que buscan una patria propia. Y si en verdad hubieran estado pensando en aquella patria de donde salieron, habrían tenido oportunidad de volver. Pero en realidad, anhelan una patria mejor, es decir, celestial. Por lo cual, Dios no se avergüenza de ser llamado Dios de ellos, pues les ha preparado una ciudad.” (LBLA)

Aquí no se trata de que el alma va a la ciudad celestial cuando uno muere, porque nadie ha recibido la promesa del mundo venidero todavía, según lo que está escrito en Hebreos 11:39-40: “Y todos éstos, habiendo obtenido aprobación por su fe, no recibieron la promesa, porque Dios había provisto algo mejor para nosotros, a fin de que ellos no fueran hechos perfectos sin nosotros.” (LBLA) Los que murieron todavía no han recibido la promesa. La recibirán cuando el Mesías vuelva y resucite a los muertos en la fe.

Así que nuestro padre Avraham no lloró demasiado por su amada esposa, sabiendo que la iba a volver a ver en la resurrección de los muertos.

En el pueblo judío es costumbre que los familiares directos ayunan el día del fallecimiento. El entierro debe ser efectuado el mismo día, o al menos cuanto más rápido posible. Según la halajá – ley rabínica práctica – hay tres periodos de luto después del entierro de un familiar cercano; una semana, un mes y un año. Para la primera semana hay diez normas especiales:

1.      Sentarse y comer en el suelo.

2.      No calzar zapatos de cuero.

3.      No saludar.

4.      No trabajar.

5.      No cortarse el pelo ni afeitarse (30 días).

6.      No lavarse todo el cuerpo ni usar perfumes (7 días, pero según otra opinión más estricta 30 días).

7.      No lavar o planchar su ropa (7 días, o 30 días según dicha opinión).

8.      No estudiar Torá.

9.      No tener relaciones conyugales.

10.  No participar en fiestas (12 meses).

Al inicio del 7º día y el 30º día la comunidad se reúne en la casa del doliente para orar minjá – la oración de la tarde - y arvit – la oración de la noche – y a estudiar la Torá. El doliente recita el kadish – santificación del Nombre del Eterno – en las oraciones comunitarias, en los momentos designados para ello, durante doce meses menos una semana. Después de los 30 días hasta el año se puede levantar una piedra monumental en recuerdo del fallecido. Muchos lo hacen en el aniversario del fallecimiento.

El luto en sí debe finalizar a los 30 días. Sin embargo, si un yom tov – día festivo prescrito por las Escrituras – llega durante ese periodo, a partir de él se puede poner fin al periodo de luto.

En el aniversario – yartseit – se acostumbra ayunar, encender una vela memorial, dar tsedaká – limosnas –, tener invitados y efectuar una sesión especial de estudio de la Torá, entre minjá y arvit al inicio del día memorial.

Avraham avinu no lloró demasiado por su amada esposa, sabiendo que la bendición que el Eterno le había dado también incluía una parte maravillosa para él y ella en el mundo venidero.

Que el Eterno nos conceda a todos el privilegio de llegar al mundo venidero y la ciudad celestial que bajará de las alturas a la tierra.

          Shavua tov,

          Ketriel