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Nitsavim 51-3 Estáis de pie Deuteronomio 29:16-29 (15-28 heb.) pues vosotros sabéis cómo habitamos en la tierra de Egipto y cómo pasamos en medio de las naciones por las cuales habéis pasado, además, habéis visto sus abominaciones y los ídolos de madera y de piedra, de plata y de oro, que tenían con ellos (Deut. 29:16-17 LBLA) ¿Cómo es posible vivir en el mundo sin ser del mundo? Hay un espíritu maligno que rige sobre el sistema del mundo actual. Pablo lo llama “el espíritu del mundo” y es contrario al Espíritu que viene de Elokim (1 Cor. 2:12). El espíritu del mundo es el que intenta seducir a los hombres a buscar y satisfacer sus propios placeres desconectados del Todopoderoso y en desobediencia a sus normas. El que ama el espíritu del mundo se vuelve enemigo del Eterno, como está escrito en Jacobo 4:4: “¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad hacia Dios? Por tanto, el que quiere ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios.” (LBLA) En 1 Juan 2:15-17 está escrito: “No améis al mundo ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, la pasión de la carne, la pasión de los ojos y la arrogancia de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y también sus pasiones, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.” (LBLA) Los hijos de Israel habían vivido cientos de años en Egipto y habían experimentado los efectos de la idolatría que regía allí. Aunque muchos de ellos habían resistido ese sistema religioso habían tenido que sentir el ambiente producido por el culto a los espíritus malignos disfrazados de dioses falsos. Sin embargo, no todos los hijos de Israel resistieron ese espíritu del mundo y no fueron liberados de Egipto, sólo los que no querían someterse ese sistema y sólo los que finalmente respondieron al llamado del profeta obedeciendo las ordenes divinas para poder salir pudieron ser liberados. Los que salieron habían vivido en el mundo pero no eran del mundo. Luego pasaron por varias naciones y vieron todos esos dioses falsos que son llamados abominaciones. El culto a esos dioses pertenecía al mismo espíritu del mundo que existía en Egipto y era contrario al Espíritu del Eterno. En esta aliyá, los hijos de Israel fueron advertidos muy severamente contra ese espíritu y todos los efectos de él para no ser engañados a participar de esa idolatría apartándose del Eterno y quebrantando así el pacto. El pueblo escogido ha sido puesto en el mundo pero no es de este mundo. Cada vez que el pueblo ha querido someterse al espíritu del mundo ha venido la maldición sobre ellos. Cada vez que abandonan al Eterno en sus corazones y buscan las cosas de este mundo vienen guerras contra ellos. Los que se han vuelto al Eterno en arrepentimiento y han dicho no al espíritu del mundo han podido seguir llevando la antorcha de la fe hasta nuestros días y lo harán hasta que el espíritu del mundo sea quitado de esta tierra, como está escrito en Zacarías 13:2: “Y sucederá aquel día--declara el SEÑOR de los ejércitos-- que eliminaré de la tierra los nombres de los ídolos, y nunca más serán recordados; también yo quitaré de la tierra a los profetas y al espíritu inmundo.” (LBLA) Nuestro gran Rabino oraba al Eterno de esta manera antes de salir de este mundo: “Ya no estoy en el mundo, pero ellos sí están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, guárdalos en tu nombre, el nombre que me has dado, para que sean uno, así como nosotros… Yo les he dado tu palabra y el mundo los ha odiado, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No te ruego que los saques del mundo, sino que los guardes del maligno. Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.” (Juan 17:11a, 14-16 LBLA) El pueblo que sabe vivir en el mundo sin ser del mundo, tanto de entre los judíos como de entre las naciones son los que gobernarán sobre el mundo venidero. Kol tuv, Ketriel |